“Debemos seguir haciendo cine en mi país, que es donde más se nos necesita”

–El año pasado, en una escena de una película etíope, el actor protagonista iba conduciendo un Mercedes descapotable, pero al terminar el rodaje volvió a su casa en una carreta tirada por bueyes
— La “mama” de la que hablo en mi cortometraje tuvo dos hijos. Uno de ellos murió en la guerra entre Etiopía y Eritrea y el otro se licenció en medicina

Yohannes Feleke nació en 1978 en Addis Abeba, capital de Etiopía. Licenciado en el Instituto de Cine de la capital, este director etíope ha estrenado dos largometrajes, un documental y varios cortometrajes en los últimos tres años. Considerado por la crítica etíope como una de las promesas del cine amárico, Feleke habla de su país y de los problemas que atraviesa.

Como director, ¿te orientas más hacia el cine de ficción o hacia el cine comprometido de los documentales?
Empecé trabajando en películas de ficción. En 2007 realicé mi primer documental, que habla de los niños que viven en uno de los centros de acogida de Addis Abeba. Paralelamente hice anuncios y jingles publicitarios para la televisión y la radio. También en 2007 dirigí mi primer largometraje, Samarwi, que fue nominado en el festival de Cannes de ese mismo año. Durante 2008 realicé Samarwi II, que se estrena en junio en Addis Abeba y que espero podamos ver en la próxima edición del Festival de Cine Africano de Tarifa.
¿Te interesa seguir haciendo cine en Etiopía?
En mi país hay muchos problemas y hacer cine es una lucha constante. No tenemos opciones, debemos luchar y seguir haciendo cine en nuestro país, que es donde más se nos necesita.
¿Estás de acuerdo con la frase de Haile Gherima de que el cine etíope aún no ha nacido?
Haile Gherima es el cineasta etíope más célebre tanto dentro del país como en el extranjero. Hoy día, Gherima es probablemente el único cineasta que se preocupa por hablar de Etiopía en sus películas. Es el creador de Teza, largometraje de ficción que ganó en 2009 la máxima recompensa que otorga el Festival de Cine Panafricano de Ouagadougou (FESPACO), el Étalon d’or. El resto de los directores etíopes siguen el modelo occidental de cine, no hablan de los problemas del país sino de sus sueños. Recuerdo que durante el rodaje de una película el año pasado, en una de las escenas, el actor protagonista iba conduciendo un Mercedes descapotable, pero al terminar el rodaje, el actor volvió a su casa en una carreta tirada por bueyes. Estas personas se empeñan en imitar un modelo que no tiene nada que ver con su identidad.
¿Qué diferencia hay entre la antigua generación de cineastas etíopes y la nueva?
Los directores de cine de hace treinta años aprendieron mucho pero hicieron poco. A lo que más se dedican es a quejarse de que nosotros, la nueva generación, no tenemos ni idea de cómo se hace buen cine. En el pasado, Etiopía estrenaba tres o cuatro películas anuales mientras que hoy día estrenamos unas sesenta. Pienso que lo importante es que hagamos cine, que sea perfecto o no, esa es otra cuestión.
El festival proyecta en estos días tu cortometraje Just for One day. ¿De donde surgió la idea para su guión?
Cuando mi película Samarwi fue nominada en el festival de Cannes, fui a la embajada de Francia en Etiopía para que me dieran el visado necesario para viajar allí. No me lo concedieron. Al salir de la embajada tropecé con una señora que se dedicaba a recoger leña para venderla. Me di cuenta de que era la “mama” que me cuidó cuando era pequeño y que llevaba sin ver desde hacía 14 años. Sobre la marcha, decidí hacer un retrato de su vida y de lo que simbolizan las personas como ella en mi país. Son mujeres que han pasado toda la vida luchando por conseguir un futuro para sus hijos. La “mama” de la que hablo en mi cortometraje tuvo dos hijos. Uno de ellos murió en la guerra entre Etiopía y Eritrea y el otro se licenció en medicina.

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